Hoy me enfermé de ganas de verte,
mientras me ahogaba esa fachada de tu recuerdo.
(Tú sabes que yo no miento
cuando se habla de mujeres).
Estaba tan terco y loco de la falta de tu piel,
que tal vez, quizá sin querer,
te encontré hasta en el alcohol.
Intenté en aquel malecón buscar esa moneda;
aquella vieja...
La que rodabas por esos dedos que
sacan el corazón.
La recuerdas? Me recuerdas?
Me creía yo tan fuerte
y te veía tan delicada
que ni por mi cabeza pasaba
lo que iba a suceder.
Que ya no te iba a ver ni a oler esa vainilla.
Ni sentirte en esa silla.
Ni sentirte mi mujer.
Qué puta es esta vida!
Tú siguiendo tan tranquila
y yo tan tuyo seguiré.
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